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Cómo las Flick Chicks me han ayudado a reconciliarme con mi feminidad.


Gif de la peli La proposición sobre ser alérgica a las emociones

―¿A qué soy alérgica?

― Piñones, y a todo el espectro de las emociones humanas.

(The proposal, 2009)

Me avergüenza decir esto ahora, pero hasta hace poco buscaba ser una mujer «diferente a las demás». Evitaba todo lo que se suele considerar femenino, prefería vestir seria y desarreglada, arrugaba mi nariz frente al color rosado o las cosas brillantes y, sobre todo, odiaba las películas romanticonas cuyo soundtrack delataba en qué momento los protagonistas se iban a besar. Y al parecer, no soy la única. En palabras de la escritora Chimamanda Ngozi Adichie:



Tristemente, las mujeres hemos aprendido a avergonzarnos y pedir disculpas sobre las ocupaciones que han sido vistas tradicionalmente como femeninas, como la moda y el maquillaje. Pero nuestra sociedad no espera que los hombres se sientan avergonzados por las ocupaciones generalmente masculinas, como los autos de carreras y ciertas profesiones de deportes.

Ni hablar de cómo nos aproximamos al amor o expresamos nuestro lado emocional. Todo esto sigue alimentando la llama del mito del «sexo débil», de que lo femenino es menos valioso, deseable o relevante.

Entiendo que, en un primer momento, los movimientos feministas quisieron desplazar ciertos elementos de la definición de mujer porque éstos no son lo único que la compone, pero tampoco se trata de ir al lado opuesto y negar su existencia. Creo que lo ideal sería abrazar la libertad de elegir cómo nos vemos y cómo nos percibe el mundo.


Es por ello que cuando me topé con los libros de Jane Austen (y tras ellos sus adaptaciones), me obsesioné tanto hasta tener que admitir que siempre me habían gustado este tipo de historias, es solo que me avergonzaba reconocerlo porque me dolía abrazar las todo lo relacionado a mi género. La regla, mi debilidad física en comparación a hombres de mi edad, mis cambios de humor y mi síndrome del impostor, todo parecía decirme que no había nada peor que nacer mujer.


Pero al comenzar, de forma muy tímida, a ver unas cuantas flick chicks (la mayoría, eso sí, escritas o dirigidas por mujeres) ocurrió lo inevitable: encontré un montón de personajes femeninos con los que me pude identificar y entendí que no todas hablan de encontrar al príncipe azul, también retratan el viaje interior de mujeres que buscan confiar y amarse a sí mismas antes de ponerse en la tarea de buscar a alguien más.

Con personajes como Emma de Fuera de onda (Clueless) aprendí que una mujer puede ser empoderada sin renunciar al cuidado de su apariencia. Entendí que elementos como el vestuario y el maquillaje son a la vez un lienzo en el que es posible divertirse combinando estilos, colores y formas. Con esto no digo que la mujer que no priorice su cuidado personal me parezca equivocada o desprovista de una verdad absoluta. Es que antes, en mi mundo en blanco y negro, cosas como la sobriedad del vestir masculino me parecían la única forma de ser libre.


Viendo flick chicks también conocí a mujeres fuertes que toman las riendas de su destino y no permiten que nadie las pisotee como Margaret Tate en La proposición (The proposal). Pero como ella, aprendí que no necesitaba abandonar partes de mí misma para alcanzar esto y ser respetada. Sé que esta idea sigue en la mente de muchas personas, que las mujeres necesitan actuar y vestir como hombres para hacer escuchar su voz. Pero antes de combatir todo esto necesitaba sacarlo de mí y sólo lo logré al encontrar ejemplos que contaban la historia de manera distinta. Nunca olvidaré lo que sentí cuando vi las amazonas de Wonder Woman, porque me di cuenta de que era la primera vez que veía a unas guerreras imparables como ellas en la pantalla grande.


Por otro lado, también descubrí lo genial que es ser mujer y que no debería avergonzarme de ello al ver mujeres que combaten las convenciones sociales, que son divertidas y coquetas. Y aunque vi a muchos personajes femeninos peleando entre sí, también vi a muchos otros apoyándose, dándose consejos e intentando entender lo que es el amor.

Ése es tu problema. No quieres enamorarte. Quieres enamorarte en una película (Sleepless in Seattle, 1993)

Y puede sonar increíble, pero ver flick chicks también me ha ayudado a estar en paz con mi llanto. Antes me sentía orgullosa de que las películas no me sacaran lágrimas y que mis amigas me dijeran «corazón de piedra» no me hacía cambiar de opinión, antes inflaba en secreto mi orgullo porque sentía que estaba a un paso más de llegar al nivel de los hombres y ser realmente respetada.


Admito que sigo en un camino de aprendizaje y deconstrucción: continúo tachando y reescribiendo mi definición de lo que significa ser mujer, me falta querer más mi cuerpo, abandonar prejuicios y mitos, aplicar todo lo que he aprendido para que no se quede en mi cabeza. También me gustaría aclarar que no busco idealizar a este tipo de películas. Como cualquier creación de los seres humanos, está lleno de fallas que podrían reforzar ideas contrarias a lo que celebro aquí. Sin embargo, también me han ayudado a cuestionar cosas que antes daba por sentado y a alcanzar logros tan radicales como quererme un poco más a mí misma. En definitiva, quiero seguir aprendiendo más de estas películas que me permiten reír, llorar y suspirar al mismo tiempo mientras dejo atrás las razones por las que alguna vez las odié.


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